El punto central, el monte Teide, es un estratovolcán que se eleva majestuosamente hasta una altitud de 3,718 metros sobre el nivel del mar. Su icónica cima, a menudo adornada con nieve durante el invierno, ofrece impresionantes vistas panorámicas de los paisajes circundantes y las islas vecinas. El parque abarca una variedad de entornos, desde los paisajes lunares en la cumbre hasta los exuberantes bosques de pinos en elevaciones más bajas. Este marcado contraste en los ecosistemas brinda una oportunidad única para que los visitantes exploren la rica biodiversidad y sean testigos de la adaptabilidad de la flora y la fauna a diferentes altitudes.
Una de las características más destacadas del parque son los Roques de García, una colección de colosales formaciones rocosas volcánicas que puntúan el paisaje. Estas imponentes rocas, moldeadas por milenios de actividad volcánica, crean un telón de fondo surrealista y asombroso. A medida que los visitantes atraviesan el parque, se encuentran con un caleidoscopio de colores, desde los intensos rojos y marrones de los suelos volcánicos hasta los tonos coloridos de las especies de plantas endémicas. El Parque Nacional del Teide no solo muestra el poder crudo de las fuerzas geológicas, sino que también sirve como un laboratorio para la investigación científica y un refugio para aquellos que buscan tranquilidad en medio de la cautivadora belleza de la naturaleza.